EL LIBRO GORDO DE PETETE. PERDÓN, EL LIBRO BLANCO DEL DOCENTE

 

    Como siempre, seguiré con mis críticas de tono sarcástico y pseudo-ofensivo. Tras haber leído el Libro Blanco del Docente, propuesto en clase, mi postura con respecto a la docencia en España se ha reforzado.

    Seguimos, como siempre, proponiendo quimeras y edenes que jamás veremos, en vez de aceptar la realidad española de nuestros días y adaptar la figura del docente para integrarlo de manera correcta. Algunas de las barbaridades que se proponen en el documento me han llevado a pensar si es posible que todos en este país seamos gilipollas, o que seamos muy inteligentes, pero vayamos de incógnito.

    Voy a centrarme en la formación del docente, concretamente, aprovechando que me encuentro inmerso de pleno en ella (espero que nadie se ofenda más de lo necesario).


    En 2016 comencé mi formación universitaria en Lenguas Modernas y sus Literaturas, tras cuatro años de formación, tras cuatro años de exámenes y trabajos que demostrasen que era una persona capaz de hacer lo que hacía, defiendo mi TFG y pago el título que deberían darme de manera gratuita, para poder inscribirme en un máster que se compone de un módulo genérico que, grosso modo, podría reducirse en una vomitiva regurgitación de máximas psicológicas sobre el niño, el profe, el cole y Dios Santo y Bendito.

     De ahí, pasamos a un módulo específico en el que afinaré los conocimientos que he adquirido a lo largo de mi carrera, enfocándolos a la realización de las oposiciones. Tras este módulo “en mi casa”, llega un módulo de didáctica de la lengua extranjera, y, ¿saben ustedes dónde me van a enseñar a enseñar francés? En la facultad de Educación, donde, entre grayas y moiras, se me sepultará bajo toneladas de materiales en inglés, dibujitos y juegos infantiles. Sí, he dicho inglés, porque allí piensan que todas las lenguas exigen el mismo método didáctico (es completamente absurdo, y la persona que se reafirme en ello es soberanamente estúpida). Ahora llega el prácticum, el primer contacto directo con la enseñanza real (si obviamos que llevo dando clases desde los 15 años, y que he tenido más éxito como docente que muchos de los que se jactan de tenerlo); tras el cual volveré a esa maravillosa facultad que es una “fábrica de maestros”. 

    Por último, vuelta a mi facultad, donde profesores que enseñan francés intentarán reparar las burradas y los sinsentidos que nos hayan dicho previamente en el módulo didáctico. Todo ello para realizar mi TFM, defenderlo, y pagar de nuevo para que se me reconozca una formación que se supone que ya he pagado.

   ¿Piensan ustedes que un máster de un curso, compuesto de las partes que he mencionado, es de verdad influyente siquiera en la formación que ya posee cada alumno antes de entrar en él? La respuesta es no. Si el Libro Blanco propusiera una verdadera formación, unas prácticas remuneradas de manera que no podamos confundir ser docente en prácticas con ser esclavo temporal, si propusiera caminos nuevos que de verdad amplíen las capacidades de los docentes, yo firmaba en él inmediatamente.



            Pero no, y para leer un libro que diga cosas inútiles por conocidas o por inexistentes, ya estuvo el Libro Gordo de Petete.

Comentarios

  1. ¡Hola Pablo! No ofende el que quiere, si no el que puede, así que seguro que esta entrada no le sienta igual a todo el mundo. En mi caso, tengo que decirte que me encanta tu tono sarcástico y pseudo-ofensivo (lo del pseudo para disimular), y esta entrada me ha hecho mucha gracia. He de decirte que a mí, por la formación de la que venía, este máster sí que me está sirviendo de algo (menos mal, pobres chavales si no). Cuando tenga el día triste y necesite echarme unas risas vendré a leer las bondades de tu blog.

    ResponderEliminar
  2. Con esta entrada te coronas Pablo. Enamoraito me tiene tu espíritu crítico y tu manera de escribir. No dejes de hacerlo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

PEC : I.E.S ZORRILLA DE VALLADOLID

El "homo sexualis" o Maricón común

LA EDUCACIÓN EN 2030